¿A quién no le ha regañado nunca su madre por caminar descalzo por la casa? Y cuánta razón tenía... Andar descalzos, sobre todo siendo niños, es nefasto para nuestra salud podológica. En primer lugar, a temprana edad los tejidos del cuerpo aún están inmaduros, y eso hace que tendones, músculos y ligamentos sean demasiado blandos. Este hecho es de vital importancia, ya que el pie tiene que soportar todo el peso corporal del individuo, por tanto si se deja que el pie del niño pise sobre la superficie dura, plana y lisa del suelo, este tenderá a aplanarse y hundirse.
El pie ya formado de un adulto es el único que puede permitirse la licencia de andar directamente sobre el suelo, y ni si quiera por costumbre, dado que correría el riesgo de, con el paso del tiempo, desgastar el almohadillado plantar graso que recubre el talón y los huesos metatarsianos del antepie, y conllevaría una posterior sobrecarga, con dolor y potencial riesgo de fractura por estrés.
El pie ya formado de un adulto es el único que puede permitirse la licencia de andar directamente sobre el suelo, y ni si quiera por costumbre, dado que correría el riesgo de, con el paso del tiempo, desgastar el almohadillado plantar graso que recubre el talón y los huesos metatarsianos del antepie, y conllevaría una posterior sobrecarga, con dolor y potencial riesgo de fractura por estrés.
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