Insensible.
El tiempo corre y solo en el salón se oye tus pulmones de metal respirar el humo del cigarrillo, eres la mitad del hombre que solías ser, eres la mitad de persona que solía amar, deforme y enjuto sobre ruedas, bamboleas de aquí para acá.
Diste tu juventud, tu matrimonio, tus hijos por una nación, un reconocimiento entre héroes de barro y juramentos sabor a platino, se siente frio sobre el pecho las medallas, pero cálido el plomo abrazador de las balas que te dejaron postrado como animal de odio, insufrible, desmedido en palabras y coraje de perro, inútil como un jarrón roto.
El tambor te guiaba, te hacia caminar como marioneta hacia adelante, consignas repetitivas y gritos asaltaban tu casco, monos multicolores disparaban ráfagas amenazadoras, mirando el cielo nocturno y como los destellos daban ritmo a la marcha, adelante, adelante, adelante, como rinoceronte, nada te detiene, amas la patria, la libertad, las camisas mojadas de las chicas y las entrevistas de celebridades.
El hedor a piel quemada y pilas de cadáveres no te afectan, no te hacen retroceder, ya sordo y sin aliento te lanzas al encuentro de la bestia, paladín sin corazón, penetras sus cuerpo y agitas sus intestinos como bandera, uno, cinco, veinte, cientos de muertos, el cielo se incendia, la vida es corta.
Tu caravana de muerte es detenida por la mirada inocente de un niño, un pequeño obligado a ser hombre, ojos de bebes con fusil en mano, te detienes, reaccionas y de pronto, el lobo de la oscuridad te muerde la espalda, caes, sientes bayonetas penetrar, gritos mermar, adiós a las camisas mojadas, adiós a las entrevistas de celebridades.
Salvado por sombras, ahora insensible al mundo, medio muerto, medio vivo, hundido en el olvido, por la libertad, por la protesta, por la izquierda, por la derecha, olvidado por todos, te sometes a ser carne descompuesta sin lucro, sin moral, sin patria a llorar. Saludo a mi soldado caído, a mi carne de cañón.
Gustavo Verenzuela
@guzverenzuela
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gustavoverenzuelam@gmail.com
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